viernes, 25 de noviembre de 2011

La Pedagogía Ignaciana... clarificando algunos conceptos

A continuación les propongo, de una manera sumamente simplificada, algunas líneas para orientar la elaboración de las planificaciones anuales, desde la perspectiva de la Pedagogía Ignaciana.
En primer lugar, es importante tener en cuenta que la Pedagogía Ignaciana surge de una instancia anterior, la espiritualidad. Aquello que Ignacio advierte al experimentar los Ejercicios Espirituales se transfiere al plano educativo como una propuesta orientadora para los centros educativos ignacianos. “Para Ignacio, la dinámica vital de los Ejercicios Espirituales es el encuentro del individuo con el Espíritu de la Verdad. No es sorprendente, por tanto, que encontremos en sus principios y orientaciones, para guiar a otros en el proceso de los Ejercicios Espirituales, una perfecta descripción de la actitud pedagógica del profesor como persona cuyo trabajo no es meramente informar sino ayudar al estudiante en su proceso hacia la verdad. Para usar con éxito el Paradigma Pedagógico Ignaciano, los profesores deben ser conscientes de su propia experiencia, actitudes, opiniones, no sea que impongan sus propias ideas a los estudiantes”[1].
El Proyecto Pedagógico Ignaciano consta de 5 pasos, íntimamente vinculados entre sí, que son: CONTEXTO, EXPERIENCIA, REFLEXIÓN, ACCIÓN, EVALUACIÓN.
1.             EL CONTEXTO: la Pedagogía Ignaciana tiene como punto de partida a la experiencia humana; de allí que sea de vital importancia conocer, de manera profunda, el lugar en el que acontece el hecho educativo. Esta contextualización implica indagar acerca de la historia del alumno (familia, compañeros, condición económica, etc.), el contexto socio-económico en el que viven los alumnos y en el que se halla inserto el colegio (barrio, ciudad, provincia, etc.) y el ambiente institucional (normas, expectativas y relaciones que componen el clima institucional). Asimismo, la contextualización debe incluir aquellos conocimientos previos de los chicos, conocimientos se ponen en juego en el momento de comenzar el aprendizaje de un nuevo contenido
El uso de la imaginación será sumamente importante en esta instancia. Una vez realizada la presentación de un tema o contenido, es útil realizar, a modo de “composición de lugar[2], un recorrido por el mismo, que le permita al alumno situarse, vivenciar, enfrentarse con la realidad.
2.             LA EXPERIENCIA: según San Ignacio, la experiencia consiste en “sentir y gustar las cosas internamente”. Para ello es necesario, como primera instancia, conocer hechos, conceptos y principios. Sin embargo, la experiencia ignaciana avanza un poco más y trasciende lo meramente intelectual. Ignacio ve necesaria la implicación de “todo el hombre” (mente, corazón y vida) en la experiencia educativa. Lo afectivo entra en juego a la par de lo cognoscitivo, de manera que el sentimiento interno quede unido al conocimiento intelectual para que se mueva a la persona a la acción. Esta vinculación entre lo cognoscitivo y lo afectivo permite la aparición de sentimientos de vergüenza, confusión, alegría, etc.
3.             LA REFLEXIÓN: “la memoria, el entendimiento, la imaginación y los sentimientos se utilizan para captar el significado y el valor esencial de lo que se está estudiando, para descubrir su relación con otros aspectos del conocimiento y la actividad humana, y para apreciar sus implicaciones en la búsqueda continua de la verdad y la libertad. Esta REFLEXIÓN es un proceso formativo y liberador. Forma la conciencia de los alumnos (sus creencias, valores, actitudes y su misma forma de pensar) de tal manera que les impulsa a ir más allá del puro conocer y pasar a la acción[3]. Hay dos instancias en la reflexión: entender y juzgar.  En este momento el docente procurará que los alumnos entiendan con mayor claridad, (¿qué presupone esta teoría? ¿sus resultados son válidos?) descubran las causas de sus sentimientos (¿qué es lo que más me interesó del tema? ¿por qué?), comprendan las implicaciones más profundas (¿cuáles son las consecuencias de esta problemática?), logren convicciones personales , comprendan quiénes son y quiénes deberían ser (¿Qué me mueve y por qué? ¿cómo influye este tema en mi vida?) y por último amplíen su sensibilidad humana (considerar el punto de vista de los demás, especialmente los más pobres).
4.             LA ACCIÓN: esta instancia se relaciona con el crecimiento interior. Este crecimiento se plasma en dos dimensiones:
a.       Opciones interiorizadas: son las actitudes personales y las opciones interiores. Aquí, el alumno puede decidir asumir tal verdad como propia, su punto personal de referencia, la actitud o predisposición que va a influir en todas sus decisiones.
b.      Opciones que se manifiestan al exterior: consisten en que el actuar exterior sea coherente con las convicciones.
5.             LA EVALUACIÓN: en la Pedagogía Ignaciana, ésta incluye, además de las significaciones tradicionales, la preocupación constante por indagar acerca del crecimiento del alumno en el desafío de ser “persona para los demás”. Será oportuno observar, frecuentemente el progreso de las actitudes humanas y el crecimiento humano de los chicos por medio de la relación personal, teniendo presente  que las relaciones de respeto y confianza mutua, que siempre deberían existir entre profesor y alumno, son las que crean un clima propicio para dialogar sobre la madurez.

Prof. Lic. Lucas Blangino
Vicedirector


[1] PEDAGOGÍA IGNACIANA. Un planteamiento práctico. 1993. N° 26.
[2] En palabras de Ignacio de Loyola: “La composición será ver con la vista de la imaginación, el lugar corpóreo donde se halla la cosa que quiero contemplar”.
[3] Op. Cit. N° 48.

No hay comentarios:

Publicar un comentario